sábado, enero 13, 2007

Cuatro días antes de dejar el cargo, Fox inauguró su estatua
En la calzada de los Presidentes

En la Calzada de los Presidentes inaugurada en 1981 por el entonces Presidente José López Portillo, ya luce la estatua en bronce de Vicente Fox Quesada, que el mismo inauguró cuatro días antes de concluir su mandato sexenal,en una ceremonia discreta a la que asistieron media docena de colaboradores y su esposa Marta Sahagún.

A diferencia de las 11 de sus antecesores, en su esfinge no se encuentra solo; está acompañado por una niña indígena. En el pedestal cubierto con mármol rojo aparece el escudo nacional y la leyenda "Presidente Lic. Vicente Fox Quesada 2000-2006", y sobre de ella, la efigie del ex mandatario con el brazo derecho extendido y haciendo la "V" de la victoria.

La calzada de los Presidentes está compuesta por once esculturas forjadas en bronce en la que participaron diferentes escultores mexicanos. Así, en la muestra se incluye a los presidentes Lázaro Cardenas del Río (1934-1940), en la que aparece cargando un sombrero, en señal de sus orígenes y su interés por el campo; Manuel Ávila Camacho (1940-1946), representado con el traje cruzado y un pañuelo saliendo de la bolsa, mostrándolo como el "Presidente Caballero".

Miguel Alemán Valdés (1946-1952) luce con un pie adelante, buscando con ello el avance de la economía y de la infraestructura del país; Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) es representado con un libro y la mano ligeramente levantada, con el fin de mostrar seriedad y conocimiento.

La estatua de Adolfo López Mateos (1958-1964) fue esculpida con los brazos abiertos, queriendo con ello mostrar la cercanía que tuvo con la gente, mientras que la de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) aparece con la mano tendida, como señal de diálogo ante las protestas estudiantiles de 1968.

La de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) fue elaborada con un libro en la mano, que es la Carta de los Deberes y Derechos Económicos de las Naciones, que se firmó durante su periodo, en tanto que José López Portillo (1976-1982) quiso ser reflejado con ese gesto del puño cerrado, porque deseaba mostrar con ello la firmeza de su carácter.

Miguel de la Madrid Hurtado (1982- 1988) fue representado con gesto adusto y sin ademanes, mostrando con ello sobriedad, mientras que Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) aparece colocando en sus brazos un libro que hace alusión a los que consideró fueron sus dos logros principales en los terrenos económico y social: el Tratado de Libre Comercio con América del Norte y el Programa de Solidaridad.

Mientras que la de Ernesto Zedillo (1994-2000) luce con un gesto de reflexión, para marcar su sentido de responsabilidad.
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Las tortillas y el capitalismo salvaje

No salen las cuentas: si el kilo de maíz cuesta 2.20 pesos y al final de la cadena productiva el kilo de tortillas se cotiza en 10 pesos, o más, entonces la mayor parte de lo que el consumidor paga se va a los intermediarios, quienes ciertamente incurren en gastos y tienen derecho a una utilidad, pero no a llevarse una tajada desproporcionada del pastel ni mucho menos a especular con el producto para generar una escasez artificial. Eso es criminal y el gobierno tiene que actuar.

Apenas en julio pasado el precio del kilo de tortilla estaba en 5.50 pesos. ¿Qué terremoto económico hubo desde entonces para que esto se saliera tanto de control? Que el precio internacional de maíz blanco que importamos ha aumentado es cierto; pero sólo en 30%. Que el alza de la gasolina impacta, sí, pero otro 20%. ¿Por qué entonces un aumento de más de 100% en un semestre en un artículo de consumo básico que está en la dieta de 97% de los mexicanos, sobre todo de los más pobres?

Si las leyes del mercado no sirven para evitar la rapacidad, para eso está el Estado, para echar a andar sus mecanismos regulatorios y de control, para salvar al capitalismo de los propios capitalistas.

Sin exagerar, el retiro de tortillas de la mesa de los mexicanos más pobres equivale a condenarlos al hambre, la desnutrición y las enfermedades. Medio kilo menos del producto en cada casa de las zonas proletarias y en algunas rurales, donde no se da el autoconsumo, significa que alguno de sus miembros se quede con el estómago vacío.

Por ello es que le han llovido quejas y reclamos al presidente Felipe Calderón durante sus giras de trabajo por los estados de México y Veracruz, porque lo que está en juego no son valores abstractos, sino literalmente el hambre. Tan enérgica debe ser la respuesta del gobierno contra quienes han deformado el mercado del maíz y la tortilla, como lo ha sido el empeño que ha puesto por lanzar operativos contra el narco y la inseguridad en varias partes del país. De ese tamaño es el reto porque de ese tamaño es el delito de especular con un producto de consumo básico como la tortilla.

Nadie pide que se instauren camisas de fuerza como aquellos viejos controles de precios, tan artificiales como electoreros, pero sí que el gobierno meta orden en el mercado de los precios del maíz. Que la Procuraduría Federal del Consumidor esté alerta ante los abusos, que la Comisión Federal de Competencia estudie el caso y sancione a las empresas nacionales o internacionales que han logrado torcer la lógica comercial que hoy tiene a millones de mexicanos entre la espada y la pared y que Diconsa cumpla con su labor de abasto respecto del producto básico para mexicanos en situación de aislamiento y marginación.

Los problemas económicos son complejos y dependen de múltiples variables. El caso de la industria del maíz no es la excepción, pero tampoco estamos hablando de ciencias ocultas. Se puede proceder en dos velocidades.

Primero, atendiendo la emergencia inmediata de la especulación, aplicando la ley, y, segundo, abriendo un debate a través de las secretarías de Economía y de Desarrollo Social, para corregir las desviaciones de la cadena productiva desde la raíz. Con el hambre del pueblo no se juega.

EDITORIAL DE EL UNIVERSAL, 12 de enero de 2007

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