miércoles, diciembre 20, 2006


“Sí, Virginia: Papá Noel existe”
En el otoño de 1897, una neoyorquina de ocho años le confiesa a su padre sus dudas sobre la existencia de Papá Noel. “Escríbele al New York Sun”, le aconsejó su padre: “Todo lo que aparece en el Sun es verdad”. Virginia escribió. La respuesta del diario –el artículo periodístico más reproducido de la historia de la prensa occidental se convirtió en el fundamento canónico de uno de los pilares de la mitología navideña.
Virginia era entonces una niña de ocho años. “Naturalmente yo creía en Papá Noel –recordó, pues nunca me había defraudado. Pero cuando algunos niños y niñas menos afortunados me decían que Papá Noel no existía, yo dudaba. Le pregunté a mi padre, pero él esquivaba la cuestión. En la familia, cuando surgían dudas acerca de cómo pronunciar una palabra o de alguna cuestión histórica, era un hábito escribir a la columna de preguntas y respuestas del Sun. Mi padre siempre decía: ‘Si aparece en el Sun, entonces debe ser así’. Y asunto cerrado. ‘Bueno –le dije a mi padre, entonces le voy a escribir al Sun para saber la verdad’. Él me dijo que lo hiciera: ‘Estoy seguro de que el Sun te va a dar la respuesta correcta, como siempre’.”
Virginia escribió lo siguiente:

Querido Editor: Tengo 8 años. Algunos de mis amiguitos dicen que Papá Noel no existe. Mi papá dice: ‘Si aparece en el Sun, tiene que ser así’. Por favor, dígame la verdad: ¿existe Papá Noel?
Virginia O’Hanlon

Ésta es la respuesta publicada por el New York Sun en 1897.
Es un placer para nosotros responder de este distinguido modo a la misiva que sigue, al tiempo que expresamos nuestro gran beneplácito por contar a su fidedigno autor entre los amigos del Sun.

Virginia: tus amiguitos se equivocan. Han sido afectados por el escepticismo de una época escéptica. Sólo creen en lo que ven. Piensan que nada existe más allá de lo que sus mentes pequeñas logren aprehender.
Todas las mentes, Virginia, sean de hombres o de niños, son pequeñas.
En este gran universo nuestro, el hombre, en su intelecto, es un mero insecto, una hormiga, comparado con el mundo ilimitado que lo rodea, medido con la inteligencia capaz de abarcar la verdad toda y el conocimiento.
Sí, Virginia, Papá Noel existe.
Es tan cierto que existe como que existen el amor, la generosidad y la devoción, y tú sabes que éstos abundan y que dan a tu vida su mayor belleza y alegría. ¡Ah, qué triste sería el mundo sin Papá Noel! Tan triste como un mundo sin Virginias.
No existirían la fe ingenua, ni la poesía, ni las fantasías que vuelven tolerable nuestra existencia. No podríamos disfrutar de nada que no se pueda ver o tocar. Se extinguiría la luz eterna con que la niñez ilumina al mundo.
¿No creer en Papá Noel? ¡Eso es como no creer en las hadas! Podrías hacer que tu papá contrate gente que vigile todas las chimeneas en Nochebuena para atrapar a Papá Noel. Pero no verlo bajar por la chimenea, ¿qué probaría? Nadie ve a Papá Noel, lo cual no significa que no exista. Las cosas más reales en el mundo son aquellas que ni los niños ni los hombres pueden ver. ¿Has visto alguna vez a las hadas bailando en el parque? Por supuesto que no, pero eso no prueba que no estén allí. No existe nadie capaz de concebir o imaginar todas las maravillas invisibles y no vistas que hay en el mundo.
Podrá uno desarmar el sonajero de un bebé y ver qué es lo que hace ruido; pero hay un velo cubriendo el mundo invisible que no pueden rasgar ni el hombre más fuerte ni aun la fuerza combinada de los hombres más fuertes que jamás hayan existido.
Sólo la fe, la imaginación, la poesía, el amor, la fantasía pueden correr la cortina y así presenciar la belleza y la magnificencia sobrenaturales que se encuentran detrás. ¿Que si todo esto es real? ¡Ah, Virginia, no hay nada más real y duradero en todo este mundo!
¿Que Papá Noel no existe? Gracias a Dios, Papá Noel existe y existirá siempre. Dentro de mil años, Virginia, es más: dentro de diez mil años multiplicado por diez, Papá Noel seguirá alegrando los corazones de los niños.

Todo esto ocurría en Nueva York en el otoño de 1897, la carta de Virginia llegó al Sun y su jefe de redacción se la pasó a Church, un hombre cuyo lema de vida era, al parecer, “esfuérzate por limpiar tu mente de hipocresía”. Más acostumbrado a ocupar su tiempo en temas serios y discutir con gente de su edad, Church no se mostró demasiado entusiasmado con la tarea de responderle a la niña si Papá Noel existía o no. “Se puso tenso y dejó de lado el asunto –contó muchos años después el jefe de redacción, pero igual tomó la carta y resignadamente se fue al escritorio. En poco tiempo produjo un artículo que terminaría siendo la expresión más clásica del sentimiento navideño y conocería millones de reimpresiones, muchísimas más que cualquier artículo periodístico en cualquier lengua.”

El Sun lo reproduciría cada año hasta su cierre, a mitad del siglo XX. Aún hoy, y más allá de la ciudad donde se erige el luminoso árbol navideño del Rockefeller Center y del país donde se inventó el Papá Noel barbudo y vestido de rojo coca-cola, su cándida respuesta a la muy seria pregunta de Virginia ocupa un lugar distinguido en las ediciones del 24 de diciembre en diarios de todo el mundo.

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